David Brainerd
“Que todos los predicadores lean con detenimiento la Vida de David Brainerd”. - John Wesley
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Su vida a inspirado a cristianos como Henry Martyn, William Carey, John Wesley, Jonathan Edwards, David Livingstone, Spurgeon… Uno de los mayores testimonios de como Dios puede convertir lo más débil e insignificante, en un héroe de la fe.
“¡Oh, una hora con Dios excede infinitamente a todos los placeres del mundo!” .
¿Quién fue este joven que revolucionó las misiones? Su nombre tal vez sea desconocido para algunos, pero en la historia de la Iglesia figura como uno de los más ilustres. El gran misionero Henry Martyn decidió consumirse por las misiones después de leer su biografía diciendo ¡anhelo ser como él! También ha sido una viva inspiración para misioneros como William Carey, Robert McCheyne, David Livingstone, Andrew Murray. Así como para pastores, obreros y predicadores de todas las denominaciones y de todos los tiempos, desde Jonathan Edwards, John Wesley y Spurgeon, hasta otros más recientes como A. W. Tozer, Leonard Ravenhill; u otros más actuales como John Piper, Paul Washer o Paulo Junior. Y esto por mencionar solo algunos, porque es difícil no escuchar su nombre de la boca de los predicadores del Evangelio de la Cruz.
“¡Oh, que yo nunca me retrase en mi caminar celestial!”.
Dolor, soledad, depresión, enfermedad… hoy estas palabras no son consideradas como las señales distintivas de un ministerio exitoso, sin embargo el ministerio de David Brainerd, marcado continuamente por ellas, ha conseguido más fruto que muchos ministros aparentemente prósperos. Nos sorprenderemos grandemente al descubrir lo que Dios pudo hacer, y sigue haciendo, con el testimonio de este vaso frágil. Porque a la par de esas terribles circunstancias la vida de este joven estaba marcada por las Escrituras, el ayuno, la oración y la intercesión. Nos maravillaremos al contemplar la respuesta de Dios a la oración persistente de David.
“Aquí estoy, Señor, envíame a los paganos rudos, salvajes del desierto; envíame lejos de todo lo que se llama comodidad, incluso a la misma muerte, si ha de ser en tu servicio y para propagar y engrandecer tu reino… Nada me importaba donde o como vivía, ni las fatigas que tenía que soportar, con tal que pudiese ganar almas para Cristo… ―¡Como me dolió tener que gastar el tiempo durmiendo! Anhelaba ser una llama de fuego que estuviese ardiendo constantemente en el servicio Divino y edificando el reino de Dios, hasta el último momento. El momento de morir”.
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